Cuando estaba en la azotea (no sé como llegue), vi a lo
lejos al mismo cuervo que siempre me susurraba que las palabras se tienen que
aventar al fuego para que estén calientes cuando lleguen a los oídos de la
gente, y así provocar sonidos distintos, que atraviesen el polvo, lo más recóndito
de la tierra, que permeen como la lluvia en las cabezas de los paseantes de un sábado
nublado. Cuando estaba en la azotea - debo reconocer no sé como llegue - vi el
mismo horizonte que me recordó tanto a la vista desde mi ventana y así se me
acerco una brisa fría que me contó sus secretos; todos los lugares que había
visitado desde que se formo en ultramar, las bocas por las que había salido,
las hojas que había arrastrado, la sangre que había ayudado a coagular, me contó
su historia tan increíble de creer que caí en un sopor sin salida que hizo que
me recostará en el suelo rugoso de la azotea, cuándo desperté volví a estar en
mi cama, con la ventana abierta, con la misma vista y sus mismos secretos, así
tuve un flashback de esos recuerdos, y tuve ganas de seguir dormido para así
volver a despertar en la azotea, así fue que regrese al mismo lugar y debo
decir que no sé como llegue, descubrí de nuevo al mismo cuervo que siempre me
susurraba y al mismo tiempo volví a sentir la misma brisa, intenté regresar a
mi cama, caer en la misma pesadez, y volver a ver a mi gente, olvidar al cuervo
y su suerte, tomar una taza de café caliente, ir a comprar pan, ver la foto del
abuelo, pero de la cama nunca volví a salir, y mis ojos no se abrieron más.