... la hora se acerca ya, toma su bicicleta y retoma el paso.



miércoles, 25 de abril de 2012

La decepción del polvo en abril


Los vientos fuertes de abril sólo logran que la piel se erosione, ayuda a que las sensaciones taimadas se volatilicen; y no logran desarmar aquellos pensamientos fatalistas, la palabra decepción está acompañada de plegarias que sólo consiguen lacerar la sensación en la piel, el viento atrae polvo, el polvo sólo trae olvido que siempre viene acompañado de lo mismo; más pieles erosionadas, narices tapadas, astucia que se escapa para esquivar el golpe a la realidad.



Mientras el piso de mi casa se llena de polvo, sigo esperando la visita de la criada, sentado en el mismo rincón, la ventana de al fondo se abre de golpe, el viento creando surcos con el detrito del departamento, [Cuarto para las ocho, el día se ha apagado escuchando mis plegarias para que el sol se vaya de una vez por todas], en la cama las sabanas son un nudo enigmático, las hojas de los cuadernos están por salir volando, los espirales de las libretas se oxidan cada día más. [diez para las doce, la noche no deja de ser gris por el reflejo de mi patio] el barullo de los vecinos interfiere mi reflexión, mis pensamientos se aferran al mismo polvo que algún día yo mismo levantare [Las cenizas de los cigarros se disimulan bajo mi cama], la noche siempre va a acompañada de la misma canción y más cuando se mimetiza con el grito del vendedor de merengues.



En abril los vientos se vuelven furiosos, la piel espera la llegada de las lluvias, las sensaciones se convierten en lamentos, las armas de mis brazos son fatalistas, mi decepción viene acompañada de la tuya, el polvo se arrincona con la ayuda del viento, las narices se destapan por la hemorragia.

jueves, 19 de abril de 2012

El olor del fuego después de quemar

El olor del fuego después de quemar le provocó estornudos, algunos más intensos que otros pero todos le hacían sacudir su cabeza hacía el mundanal ruido de la calle, siempre olvidaba tapar su nariz, siempre desperdigando microbios que llegarían hasta la nariz de alguien más. Cada tarde el incendio era provocado por la misma causa; el pueblo deseaba liberarse de las sillas que ya no usaban, a la misma hora eran apiladas a media calle, los ciudadanos las colocaban en orden, el dirigente rociaba gasolina y su mujer colaboraba con encender el cerillo, el fuego duraba siempre un par de horas y por extraña casualidad la última pira se consumía en el mismo segundo que cada día. Algunos lloraban de pensar en el triste final carbonizado de sus antiguas sillas, pensaban en sus respaldos, sus patas, lo bien que acomodaban sus sentaderas. Pero así era el destino de las sillas, un destino traducido en negrura, en polvo que provocaba estornudos en su nariz y en microbios depositados en las narices del resto de ciudadanos. Él en algún momento participo en la quema de sillas, pero siempre encontraba utilidad para las sillas en su hogar, cada una reservada para un momento del día, todas con reserva en su mente. Un buen día el recurso legal de los conservadores quemadores de sillas se planto en forma de citatorio en la puerta de su hogar; la exigencia de deshacerse de las sillas que no utilizaba, demanda de participar en la quema de sillas de cada día; ignoró el mensaje, lo anudo y aventó hasta caer debajo de una de sus sillas. El tiempo paso y fue así hasta que la autoridad en forma de tres guardias se hizo presente; el motivo "desviación de recursos para la quema", él fue embargado, no quedó ni una silla en su hogar, pasadas las horas se hizo el ritual diario que ahora incluía el uso de sus sillas, mientras que él, sólo en su casa lloraba su pérdida mientras estornudaba solitario - Una parte de mí han robado - Sintió su cuerpo abandonado, sin lugar donde sentarse, no encontró consuelo alguno, reclamo al viento su injusticia. Él sabía la hora exacta en que el fuego terminaba, partió sin reparo hacia el ritual y ahora descansa en las narices de los demás.