Cuando un camino recorrido llega a su fin no hay nada ni
nadie que pueda continuar construyendo, es más sencillo bifurcarlo que
mantenerlo recto.
La luz del sol también tiene un tiempo de caducidad, así
como mis manos en las tuyas, como un beso en tiempos de bonanza.
El tiempo exige más tiempo, el tiempo busca finales
decorosos fáciles de recordar, sin escalas, sin posturas incomodas, sentado en
reposo esperando acabar.
La lluvia también tiene fecha de caducidad, no espera a los
peatones, ni a los niños, ni a los perros, simplemente cae; natural.
Y así siento que el verano va a llegando a su fin, ahora se
comienzan a sentir los estragos del otoño con su duro andar, la penumbra del
año, el atardecer de los meses, con suspiros tan cargados de eco que inundan la
claridad del sol con un poco de sombras que se esparcen, así, como la lluvia;
sin esperar ni perdonar.
No es posible continuar construyendo el camino que se ha
venido recorriendo al tiempo que se anda, es más sencillo bifurcarlo que
mantenerlo recto, el viento gélido hace que una canción se clave más en la
mente mientras intentas recorrer lo que ya no volverá.
Tu tacto en mi piel ya no se siente igual en otoño, es
preciso olvidarlo. Inevitable volver a pensar en ti cada que veo unos ojos
verdes, imposible olvidar que aún permaneces en mi mente así como tener la
certeza que vendrá de nuevo las sombras sobre el cielo a cubrirme, a ocultarme
de tu vista.