... la hora se acerca ya, toma su bicicleta y retoma el paso.



jueves, 19 de abril de 2012

El olor del fuego después de quemar

El olor del fuego después de quemar le provocó estornudos, algunos más intensos que otros pero todos le hacían sacudir su cabeza hacía el mundanal ruido de la calle, siempre olvidaba tapar su nariz, siempre desperdigando microbios que llegarían hasta la nariz de alguien más. Cada tarde el incendio era provocado por la misma causa; el pueblo deseaba liberarse de las sillas que ya no usaban, a la misma hora eran apiladas a media calle, los ciudadanos las colocaban en orden, el dirigente rociaba gasolina y su mujer colaboraba con encender el cerillo, el fuego duraba siempre un par de horas y por extraña casualidad la última pira se consumía en el mismo segundo que cada día. Algunos lloraban de pensar en el triste final carbonizado de sus antiguas sillas, pensaban en sus respaldos, sus patas, lo bien que acomodaban sus sentaderas. Pero así era el destino de las sillas, un destino traducido en negrura, en polvo que provocaba estornudos en su nariz y en microbios depositados en las narices del resto de ciudadanos. Él en algún momento participo en la quema de sillas, pero siempre encontraba utilidad para las sillas en su hogar, cada una reservada para un momento del día, todas con reserva en su mente. Un buen día el recurso legal de los conservadores quemadores de sillas se planto en forma de citatorio en la puerta de su hogar; la exigencia de deshacerse de las sillas que no utilizaba, demanda de participar en la quema de sillas de cada día; ignoró el mensaje, lo anudo y aventó hasta caer debajo de una de sus sillas. El tiempo paso y fue así hasta que la autoridad en forma de tres guardias se hizo presente; el motivo "desviación de recursos para la quema", él fue embargado, no quedó ni una silla en su hogar, pasadas las horas se hizo el ritual diario que ahora incluía el uso de sus sillas, mientras que él, sólo en su casa lloraba su pérdida mientras estornudaba solitario - Una parte de mí han robado - Sintió su cuerpo abandonado, sin lugar donde sentarse, no encontró consuelo alguno, reclamo al viento su injusticia. Él sabía la hora exacta en que el fuego terminaba, partió sin reparo hacia el ritual y ahora descansa en las narices de los demás.

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