... la hora se acerca ya, toma su bicicleta y retoma el paso.



jueves, 28 de abril de 2011

Corazones en el parque

La falacia del horizonte, el rastro de las nubes asoleadas antes del ocaso, las miradas cansadas que se descargan en el pavimento a la misma hora, en la misma calle, por los mismos corazones. Mientras las manos entrelazadas en el parque, jurando entregar el corazón, otra tarde más en la capital, rogando para que no llegue la noche pues será momento de dejar de tomarse de las manos, cada una por su lado, y así regresar a casa con un hambre que devora todo a su camino, una hambre de entrega, de afecto y así una mirada cansada se empieza a asomar esa tarde, una mirada a la vez con sed de seguir viva, al borde de la banqueta ve como se aleja esa mano tibia, añorante, cenicienta. Ahora esperar como licnobio el nuevo día, volver a tener ese paso en el parque, esa caricia, esa emoción, sin saber que como ráfaga al atravesar la calle todo será un recuerdo. Una tormenta comienza su deceso, un corazón dejará de latir, unas manos se quedaran viudas sin saberlo. Así es otra tarde en la capital, esperando  los corazones en el parque, su par que no llegara, que en camino se quedara. Y la mirada se empañara, así se marcan las estrías en los ojos que son abandonos y sinónimo corazones plantados, así los ojos se llenan de puntos invisibles que impiden volver a ver, y después de años siguen esperando corazones del parque, una canción al fondo empieza a sonar, es el organillero que siempre toca a la misma hora, él también sigue esperando su corazón del parque, tiene una mancha en el brazo izquierdo que es un recuerdo vivo. Así al horizonte ilusorio están los abandonados, quemando recuerdos ardorosos, marcando sus cuerpos, con el único testigo de una sonata de organillero y de un falaz horizonte que siempre se repetirá como circulo de diminutos fragmentos que engaña y no se deja detener.

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