... la hora se acerca ya, toma su bicicleta y retoma el paso.



viernes, 20 de mayo de 2011

El hilo de la habitación.

Se filtra todos los días el mismo rayo de sol, callado, tenue, sigiloso, da directamente al suelo, duela de madera con apariencia de nueva, siempre limpia, siempre sola, un hilo cuelga de la ventana, blanco casi transparente, solo cuelga, solo espera, espera tal vez que llegue alguien y lo jale, que desaparezca y de él nada quede, pero, no llegara nadie, se quedara así. Todas las mañanas es la misma historia un hilo, colgando de la ventana, un rayo de sol semi alumbrándolo, solos así conviviendo. De fondo una pared, blanca, callada igual que el rayo de sol, no denota nada, aparentemente no tiene razón de ser. Un día en cierto momento alguien estuvo ahí y la pinto, o tal vez la maquillo, pues probablemente era fea, arrugada y sin sentido, tal vez alguien asumió el compromiso de hacer que se viera mejor, con un litro de pintura blanca, o tal vez dos. Algún día tal vez, alguien llegue, jale el hilo, ponga cortinas y cambie de color a la pared, pero, mientras eso sucede, así seguirán, jugando con su soledad, el hilo y el rayo de sol, y como testigo la pared inviolable.  Algún día se espera que se filtre otro objeto, algo que perturbe la escena, que acabe con el insomnio de ambos. Así paso el tiempo, muchos días, sinceramente son incontables. Una mañana no se digno a aparecer el rayo de sol, tal vez porque las nubes envidiosas habían bloqueado su entrada habitual, y en lugar del rayo solar, se apareció un gato, que bajo presuroso por el tejado, dio un brinco furioso hacia la ventana que aparentemente permanecía cerrada y logro abrirla del impacto, al momento de entrar rompió el hilo, el gato llego volando sin poderse detener hasta chocar contra la pulcra pared, dejo en ella un mancha naranja, así como el color de la discordia, naranja con motas de ocre, el gato noqueado se levanto mareado del impacto, se despabilo, y se marcho por donde vino, así que tomando en cuenta la invasión del gato, el entorno apacible cambio drásticamente, ahora todo era un caso, ahora no había un hilo que completara la escena perfecta de silencio, ahora solo había un mancha naranja con motas de ocre en la pared, ese día, nadie volvió a asomarse por ahí, tal vez se perdió, se hundió, o tal vez, la mancha naranja lo absorbió todo.

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