... la hora se acerca ya, toma su bicicleta y retoma el paso.



miércoles, 30 de noviembre de 2011

En el anden

El reloj marcaba las 6:30 am, volteaba hacia ambos lados del anden esperando el expreso, las luces de la estación parpadeaban sin descanso, tal vez estarían próximas a fundirse o alguna falla en el suministro eléctrico, pasarían un par de minutos más hasta que el hombre de muletas se acercara a mi espacio y se plantara a mi lado, en el anden esas cosas pasan, hombres y mujeres se posan cual aves a los costados de lo demás, ráfagas de viento se pasean por los túneles pues los trenes también exhalan como si tuvieran vida propia, miro de soslayo entre las vías me percato que esos hombres y mujeres también desechan detritos en ellas, miro con cuidado y percibo una madeja de cabellos, unas uñas sangrantes, una placenta, las ruedas del vagón las va esparciendo por toda la ciudad, por todas las rutas, se configura la ciudad con restos de la gente que se mezclan con miradas de desesperación de algunos otros.

El hombre de muletas me sonríe por cortesía, yo asiento imperturbable, no gusto de esas sonrisas extrañas, de desesperación, olvido el gesto a los pocos segundos hasta que el hombre comienza a hablar solo, se dirige al viento, hace ademanes pausados, me genera repulsión doy unos pasos laterales para alejarme de la escena, para olvidar que el monologo esclaviza y libera.

El vagón llega por mi, me llevará a mi destino, un destino inevitable, un camino que aparentemente tiene fin pero que parte de mi mismo queda ahí, como detrito irreconocible de mi aliento, abordo el tren y recuerdo el discurso del invalido, repito sus ademanes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario