... la hora se acerca ya, toma su bicicleta y retoma el paso.



domingo, 7 de agosto de 2011

Nenúfares

En la habitación no se encuentra nadie, solo se respira un aire viciado por el polvo que han provocado los libros, en la pared blanca de lado izquierdo hay una composición pues en un marco dorado con una serie de imagenes sin aparente conexión, observo detalladamente si puedo distinguir el significado, mi pensamiento brinca al resto de la habitación, doy una vista periferica del panorama, no hay algo que llame más mi atención que la composición de la pared; extravagante, misteriosa, vivencial. Al centro superior se muestra la postal de una mujer oriental a medio paisaje desertico, esteril, como si de pronto un poder externo la hubiese sacado de su placida vida y la hubiera arrojado a la desolación de un caluroso desierto, la mujer tiene una mirada baja, apagada, impenetrable, que da un poco de pavor. Un poco más a la derecha una imagen un poco más pequeña a blanco y negro de Horacio Quiroga, él con esa mirada dubitativa que lo caracteriza, ese aire trágico que después de 74 años sigue creando impacto al contemplar su rostro. Pero quiza la imagen que más llama mi atención en la composición, que más extraña y ambigüa hace contexto entre ambos gestos es una postal un poco decolorada de la pintura Nenúfares de Monet, recalca con un tono sorprendete, lo difuminado de la obra con los ojos de los rostros. La composición perfecta, misteriosa y como pocas, la habitación lo es por su eterna imagen.

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